Reflexion de Nochebuena...




Nací desnudo, dice Dios,
para que tú puedas renunciar a ti mismo.


Nací pobre,
para que tú puedas reconocerme
como única riqueza.


Nací en un establo,
para que aprendas a santificar cada lugar.


Nací débil,
para que no tengas miedo.


Nací por amor,
para que nunca dudes de mi amor.


Nací de noche,
para que creas que puedo iluminar
cada realidad envuelta en tinieblas.


Tomé la naturaleza humana,
para que no te avergüences de ser tú mismo.


Nací hombre,
para que puedas ser hijo de Dios.


Nací perseguido, desde el principio,
para que aprendas a aceptar cada dificultad.


Nací en la sencillez
para que no seas complicado.


Nací en tu vida, dice Dios,
para conducir a todos los hombres
a la Casa del Padre.



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"Vivo la Noche Buena, como centro de todas mi noches
vivo la Navidad como un renacer de todos los días,
vivo a Jesús que nace, porque nace en cada niño cada día,
pero no puedo vivirlo si otros viven noches oscuras,
si otros mueren todos los días,
si cada niño que nace, es un número más en la pobreza.

No sé si tengo respuestas, no sé si hay una respuesta,
Muchas veces, ni siquiera sé la pregunta,
pero esta noche buscaré en Él, lo que muchos buscaron,
simplemente un niño, quizás con más preguntas que respuestas,
quizás eso nos trae para Navidad,
una invitación a dar una respuesta a tantos
que buscan una mano, un pan, un poco de dignidad, un Amigo". Noel Arod




Bueno muchas felicidades para la gente que visita mi blog espero que este Niño nazca en sus corazones y les traiga paz,amor y mucha alegria y fuerzas para afrontar el 2009 y lo q El nos tenga preparado! un abrazo grande

Adviento. El verdadero milagro es invisible y está en el interior de cada hombre que cree


Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les preguntó: «¿Creen que puedo hacerlo?» Ellos le contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Que se haga en ustedes conforme a su fe». Y se les abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Que nadie lo sepa!» Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella región.

Reflexión

contemplamos a estos dos ciegos con sus bastones por el camino. Van corriendo “a trompicones”. Quizás siguen apresuradamente a algún lazarillo que les lleva detrás de Jesús hasta que agotados lo alcanzan. Pero el Maestro parece no darse cuenta de su estado. Les pregunta: “Creéis que puedo curaros...” ¿No habrían demostrado ya su fe corriendo a ciegas, y aún clamando misericordia por el camino? Jesús quiere provocar en ellos una adhesión plena porque eran hombres iluminados por la fe. Para ellos, recuperar la vista física será consecuencia de esa otra visión, más necesaria y profunda: su fe. El verdadero milagro es invisible y está en el interior de cada hombre que cree.

La fe que estos hombres tenían en sus corazones no les ahorró ningún esfuerzo, ninguna dificultad a la hora de alcanzar a Jesús. Es verdad que gracias a la fe nuestra vida espiritual crece y se “ilumina”, sin embargo, ni siquiera en el ámbito espiritual tener fe significa automáticamente poseer un conocimiento cierto, o una seguridad completa. Porque la fe sólo es auténtica cuando se conquista paso a paso, entre caídas y temblores, entre oscuridades y gritos de auxilio. Le fe es una lucha, al estilo de san Pablo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe” (2Tim 4, 7-8).

No dudemos, y sobre todo no temamos a las oscuridades y a las dudas de la vida. Cuando todo esto nos ocurra en el camino, por más arduas que se presenten, precisamente por eso, debemos alegrarnos de que así sea. Las pruebas de la fe son garantía de su autenticidad. Entonces nuestro caminar será parecido a aquel que un día recorrieron “a trompicones” dos pobres ciegos iluminados por la luz de su fe y siguiendo al Señor.

Mateo 9, 27-31

Adviento


El tiempo de Adviento tiene dos características: es a la vez un tiempo de preparación a las solemnidades de Navidad en que se conmemora la primera Venida de Hijo de Dios entre los hombres, y un tiempo en el cual, mediante esta celebración, la fe se dirige a esperar la segunda Venida de Cristo al fin de los tiempos.
Por estos dos motivos, Adviento se presenta como un tiempo de piadosa alegre esperanza” (Calendario Romano n.39)
Adviento, un tiempo para vivir y celebrar, bajo el signo de “encuentro” entre un Dios que viene al encuentro del hombre, y el hombre en busca de Dios.
Los hombres desean la paz, aspiran a la justicia y la libertad, sueñan felicidad. Desde siempre. De generación en generación, de año en año, a través de los siglos, se prolongan estos anhelos frecuentemente decepcionados.
En estos llamados y búsquedas de los hombres se expresan las promesas de Dios. La historia de Israel, el pueblo de Dios, es el signo de estas promesas y revelan su realización, conduce a Cristo Jesús y nos lo da.
Con los deseos y los anhelos de los hombres, la Iglesia, hoy, hace su oración. Nos asegura que Dios cumple sus promesas. En pos del profeta Isaías, con las palabras vigorosas de Juan Bautista, no dice, como la Virgen María que hay que acoger a Cristo.
Adviento: re-encontrar, en el fondo de sí mismo, todo lo que puede ser salvado; volverse hacia Cristo, que vendrá un día en su gloria, pero que ya está y nos espera. Volverse hacia Cristo es lo que llamamos “Convertirse”. Adviento es tiempo de conversión. Y tiempo de espera.
Desde Adviento hasta el Bautismo del Señor