Reflexion de Nochebuena...




Nací desnudo, dice Dios,
para que tú puedas renunciar a ti mismo.


Nací pobre,
para que tú puedas reconocerme
como única riqueza.


Nací en un establo,
para que aprendas a santificar cada lugar.


Nací débil,
para que no tengas miedo.


Nací por amor,
para que nunca dudes de mi amor.


Nací de noche,
para que creas que puedo iluminar
cada realidad envuelta en tinieblas.


Tomé la naturaleza humana,
para que no te avergüences de ser tú mismo.


Nací hombre,
para que puedas ser hijo de Dios.


Nací perseguido, desde el principio,
para que aprendas a aceptar cada dificultad.


Nací en la sencillez
para que no seas complicado.


Nací en tu vida, dice Dios,
para conducir a todos los hombres
a la Casa del Padre.



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"Vivo la Noche Buena, como centro de todas mi noches
vivo la Navidad como un renacer de todos los días,
vivo a Jesús que nace, porque nace en cada niño cada día,
pero no puedo vivirlo si otros viven noches oscuras,
si otros mueren todos los días,
si cada niño que nace, es un número más en la pobreza.

No sé si tengo respuestas, no sé si hay una respuesta,
Muchas veces, ni siquiera sé la pregunta,
pero esta noche buscaré en Él, lo que muchos buscaron,
simplemente un niño, quizás con más preguntas que respuestas,
quizás eso nos trae para Navidad,
una invitación a dar una respuesta a tantos
que buscan una mano, un pan, un poco de dignidad, un Amigo". Noel Arod




Bueno muchas felicidades para la gente que visita mi blog espero que este Niño nazca en sus corazones y les traiga paz,amor y mucha alegria y fuerzas para afrontar el 2009 y lo q El nos tenga preparado! un abrazo grande

Adviento. El verdadero milagro es invisible y está en el interior de cada hombre que cree


Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les preguntó: «¿Creen que puedo hacerlo?» Ellos le contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Que se haga en ustedes conforme a su fe». Y se les abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Que nadie lo sepa!» Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella región.

Reflexión

contemplamos a estos dos ciegos con sus bastones por el camino. Van corriendo “a trompicones”. Quizás siguen apresuradamente a algún lazarillo que les lleva detrás de Jesús hasta que agotados lo alcanzan. Pero el Maestro parece no darse cuenta de su estado. Les pregunta: “Creéis que puedo curaros...” ¿No habrían demostrado ya su fe corriendo a ciegas, y aún clamando misericordia por el camino? Jesús quiere provocar en ellos una adhesión plena porque eran hombres iluminados por la fe. Para ellos, recuperar la vista física será consecuencia de esa otra visión, más necesaria y profunda: su fe. El verdadero milagro es invisible y está en el interior de cada hombre que cree.

La fe que estos hombres tenían en sus corazones no les ahorró ningún esfuerzo, ninguna dificultad a la hora de alcanzar a Jesús. Es verdad que gracias a la fe nuestra vida espiritual crece y se “ilumina”, sin embargo, ni siquiera en el ámbito espiritual tener fe significa automáticamente poseer un conocimiento cierto, o una seguridad completa. Porque la fe sólo es auténtica cuando se conquista paso a paso, entre caídas y temblores, entre oscuridades y gritos de auxilio. Le fe es una lucha, al estilo de san Pablo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe” (2Tim 4, 7-8).

No dudemos, y sobre todo no temamos a las oscuridades y a las dudas de la vida. Cuando todo esto nos ocurra en el camino, por más arduas que se presenten, precisamente por eso, debemos alegrarnos de que así sea. Las pruebas de la fe son garantía de su autenticidad. Entonces nuestro caminar será parecido a aquel que un día recorrieron “a trompicones” dos pobres ciegos iluminados por la luz de su fe y siguiendo al Señor.

Mateo 9, 27-31

Adviento


El tiempo de Adviento tiene dos características: es a la vez un tiempo de preparación a las solemnidades de Navidad en que se conmemora la primera Venida de Hijo de Dios entre los hombres, y un tiempo en el cual, mediante esta celebración, la fe se dirige a esperar la segunda Venida de Cristo al fin de los tiempos.
Por estos dos motivos, Adviento se presenta como un tiempo de piadosa alegre esperanza” (Calendario Romano n.39)
Adviento, un tiempo para vivir y celebrar, bajo el signo de “encuentro” entre un Dios que viene al encuentro del hombre, y el hombre en busca de Dios.
Los hombres desean la paz, aspiran a la justicia y la libertad, sueñan felicidad. Desde siempre. De generación en generación, de año en año, a través de los siglos, se prolongan estos anhelos frecuentemente decepcionados.
En estos llamados y búsquedas de los hombres se expresan las promesas de Dios. La historia de Israel, el pueblo de Dios, es el signo de estas promesas y revelan su realización, conduce a Cristo Jesús y nos lo da.
Con los deseos y los anhelos de los hombres, la Iglesia, hoy, hace su oración. Nos asegura que Dios cumple sus promesas. En pos del profeta Isaías, con las palabras vigorosas de Juan Bautista, no dice, como la Virgen María que hay que acoger a Cristo.
Adviento: re-encontrar, en el fondo de sí mismo, todo lo que puede ser salvado; volverse hacia Cristo, que vendrá un día en su gloria, pero que ya está y nos espera. Volverse hacia Cristo es lo que llamamos “Convertirse”. Adviento es tiempo de conversión. Y tiempo de espera.
Desde Adviento hasta el Bautismo del Señor

Vocacion Religiosa



Lo lei en el blog de una persona que renovo sus votos con esta accion de gracias y como me llego hasta el alma lo quise compartir:

Un día quise aferrarme al puerto, hundir mi ancla tan fuertemente que nada pudiera desembarcarme.

El miedo ahogaba mi deseo de responder a esa Voz que me decía: “¡ No temas! Rema mar adentro”.

¿Qué hacer?¿quedarme anclada en la tierra y perderme la grandeza de ese océano inmenso? o ¿lanzarme al mar confiando en quien construyó esta débil pero amada barca?

Cogí la cuerda de mi ancla y comencé a soltar. ¿Qué estaba haciendo? Las olas me sacudían con fuerza. Sentía mucho miedo… me chocaba contra esas rocas que parecían más fuertes que yo. Pero, no estaba sola, otras barcas ya habían decidido tomar este rumbo y dejar que fuese el señor quien cogiese fuertemente el timón.

De nuevo hoy, deseo coger mi barca y remar hacia mayores profundidades.

Sin Ti, Señor, mi vida ya no tiene sentido. Tú eres quien va tejiendo una historia apasionante de amor conmigo que comenzó en el seno de mi madre, de una familia que me enseñó a caminar confiando en que “El Señor es mi Pastor nada me falta”. Hoy te doy las gracias por tanto recibido de ellos.

Gracias también por las personas que vas poniendo en el camino de mi vida y desde la palabra o el silencio me hablan de tu presencia viva.

Gracias por tantos niños que desde su inocencia, sencillez y transparencia me muestran tu rostro, un Dios ternura encarnado en lo pequeño.

Gracias por esta comunidad que me va ayudando a crecer como persona y como Hija de Cristo Rey. Junto a ellas voy aprendiendo que es posible hacer realidad en el mundo nuestro lema “Cristo reina”.

En definitiva, gracias a Ti, mi Rey y Señor. Es a Ti a quien debo todo cuanto soy y tengo. No me dejes nunca, coge fuertemente mi timón.

“SIN TI, NO SOY NADA SOBERANO DE MI CORAZÓN”

Si quieres te acompaño en el camino


Si quieres te acompaño en el camino...



Si quieres, te acompaño en el camino,
y en el camino vamos conversando.
Y al conversar, tus hombros se descargan;
descargas, pues tu peso voy llevando.


Pues pesa el peso de tu desencanto
y es tu resignación aún más pesada.
Pero te sostendré, pues ya sostuve
la cruz de toda cruz en mis espaldas.

Me duele que te alejes de los tuyos
y el creciente dolor de tu aislamiento;
pues toda mi pasión es ver reunidos
a los hijos de Dios que andan dispersos.
Yo sé que ya no crees en nuestro sueño.
Buscas seguridad retrocediendo.
Pero hasta en dirección equivocada
lo mío es ir contigo, compañero.

Si quieres, te acompaño en el camino.
Si quieres, hoy me quedaré contigo.
Escucha profecías, peregrino,
no seas testigo de desesperanza.

Es hora que levantes la cabeza
y, aunque anochece, alientes la confianza.
Pues es posible ver de otra manera
la trama que se te hizo tan confusa
¿No ves el hilo de oro de la Pascua
que rediseña todo lo que cruza?
¿No ves que desde dentro de las muertes
la Muerte fue implotada y ya no mata?

Y se revela el Nombre de la Vida.
Y el nudo que te ataba se desata.
Partir juntos el pan en nuestra mesa
descifra quienes somos y seremos.

La Pascua nos irrumpe, Amor de amores:
lo más vivo venciendo lo más muerto.
Por fin sabrás quién soy, sabrás quién eres,
mientras despiertas del antiguo sueño.
Y entenderás que es fiel a sus promesas
el Dios que prometió ser compañero.
Y de la historia mía y de la tuya
ya no te escaparás, ni tendrás miedo.

Verás la historia como historia abierta
y la esperanza arder su ardor sereno.

Y sentirás nostalgia de tu gente.
Y querrás compartir tu aliento nuevo.
Sin más demora, ponte ya en camino.
Sin más demora, ponte en medio de ellos.
Y brillará en tu fe de caminante
mi nombre y mi misterio de “Camino”,
y de mi fiel Estar-Acompañando
tu amor de acompañante será el signo.


GRACIAS X HABER SIDO ESTE FIN DE SEMANA MIS COMPAÑEROS DE CAMINO Y DE HABER SIDO TESTIGO DEL OBRAR DE DIOS EN MI VIDA

Salmo 41


Tengo sed de Dios

Como busca la cierva corrientes de agua,

así mi alma te busca a ti, Dios mío,



tiene sed de Dios, del Dios vivo:

¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?



Las lágrimas son mi pan noche y día,

mientras todo el día me repiten:

“¿Dónde está tu Dios?”.



Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo:

cómo marchaba a la cabeza del grupo,

hacia la casa de Dios,

entre cantos de júbilo y alabanzas,

en el bullicio de la fiesta.



¿Por qué te acongojas, alma mía,

por qué te me turbas?

Espera en Dios, que volverás a alabado:

“Salud de mi rostro, Dios mío”



De día el Señor me hará misericordia,

de moche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.



Dirá a Dios: Roca mía, ¿por qué me olvidas?

¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?



Se me rompen los huesos por las burlas del adversario:

todo el día me preguntan: “¿Dónde está tu Dios?”.



¿Por qué te acongojas, alma mía,

por qué te me turbas?

Espera en Dios, que volverás a alabado:

“Salud de mi rostro, Dios mío”

Aprender a volar

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EL LENGUAJE DE VOZ


Con el silencio
De tu mirada.
Me siento siempre
Encantada.
Si las palabras
Forman tus manos.
Yo con las mías
Soy tu océano.
Aunque tus labios
Quieren volar.
Tú, con firmeza
La realidad.
Este lenguaje
Te hace sentir.
Aunque no escuches,
Yo hablo por ti.
En tu silencio
Las esperanzas.
Siempre presencio
Toda tu constancia.



Todos los signos
De tu voz.
Tus manos enseñan
Y cubren con amor.
La cálida sonrisa
De mi atención.
Lees mis labios
Con toda paciencia
Y la dulzura,
De tu experiencia.
Cuéntame...te escucho
Tuya mi presencia,
Háblame y mucho
A través de tus manos.
El lenguaje de tu voz......
Soy tu amiga
Y aprenderé veloz...

Autora: © Lola Mejides......Un duende

Enviame sin temor!


Envíame sin temor, que estoy dispuesto. No me dejes tiempo para inventar excusas, ni permitas que intente negociar contigo. Envíame, que estoy dispuesto. Pon en mi camino gentes, tierras, historias, vidas heridas y sedientas de ti. No admitas un no por respuesta.
Envíame; a los míos y a los otros, a los cercanos y a los extraños, a los que te conocen y a los que sólo te sueñan y pon en mis manos tu tacto que cura.; en mis labios tu palabra que seduce; en mis acciones tu humanidad que salva; en mi fe la certeza de tu evangelio. Envíame, con tantos otros que, cada día, convierten el mundo en milagro.

Mi Alfarero...

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Para vos semillita que me la supiste regalar en tus comienzos escrita en un papel que todavia guardo.Gracias x todo hoy te la regalo desde lo mas profundo de mi corazon para que el Señor te siga moldeando y haga mas firme tu deseo de entrega.TQM

¿Que mandais hacer de mí?


Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad,
Que hoy os canta amor así.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criastes,
Vuestra, pues me redimistes,
Vuestra, pues que me sufristes,
Vuestra, pues que me llamastes,
Vuestra, porque me esperastes,
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
Que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma,
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención
Pues por vuestra me ofrecí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz crecida,
Flaqueza o fuerza cumplida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué queréis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
Dad consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno, o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
»
Si queréis, dadme oración,
Sí no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme, pues, sabiduría,
O por amor, ignorancia,
Dadme años de abundancia,
O de hambre y carestía;
Dad tiniebla o claro día
Revolvedme aquí o allí
¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando,
Quiero por amor holgar.
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea' viña frutuosa
O estéril, si cumple así.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Sea Josef puesto en cadenas,
O de Egito Adelantado,
O David sufriendo penas,
O ya David encumbrado,
Sea Jonás anegado,
O libertado de allí,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Esté callando o hablando,
Haga fruto o no le haga,
Muéstreme la Ley mi llaga,
Goce de Evangelio blando;
Esté penando o gozando,
Sólo Vos en mí viví,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para Vos nací
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vivir de amor

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En el corazón de la Iglesia yo seré el amor...


De la narración de la Vida de santa Teresa del Niño Jesús, virgen, escrita por ella misma
Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.

Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.

Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.

Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado».

Oración
Oh Dios, que has preparado tu reino para los humildes y los sencillos, concédenos la gracia de seguir, confiadamente el camino de santa Teresa del Niño Jesús, para que nos sea revelada, por su intercesión, tu gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

EL ABANDONO ES EL FRUTO DELICIOSO DEL AMOR

En la tierra hay un árbol
Prodigioso oh! misterio
sus raíces se encuentran,
profundas en los cielos
Jamás bajo su sombra
se pueden sufrir males;
seguro se reposa,
sin miedo a tempestades.

"Amor" se denomina
Ese árbol inefable,
Y el "abandono" es
su fruto deleitable.

Tal fruto en esta vida
me da la bienandanza,
a mi alma regocija
su divina fragancia.

Cuando toco este fruto,
me parece un tesoro;
y, gustado en la boca,
resulta aún mas sabroso.

Él me abre en este mundo
un océano de paz,
y en esta paz profunda
es siempre mi vagar…

Me lanza el abandono
a tus brazos Jesús
solo él me hace vivir
allá en el cielo azul.

A ti yo me abandono,
oh, mi Esposo divino;
y ya solo ambiciono
tu mirar peregrino.

Durmiéndome en tu pecho,
te quiero sonreír;
y que "¡Te amo, Señor!"
por siempre repetir.
Como la margarita
de cáliz amarillo,
yo, humilde florecita,
siempre hacia el sol me inclino.
Oh! admirable Rey,
y de mi vida Sol,
es tu divina hostia
pequeña como yo….

De su celeste llama
el rayo luminoso
hace nacer en mi alma
el perfecto abandono.

Todas las criaturas
pueden abandonarme,
yo intentaré sin quejas
junto a ti resignarme.

Si tú me abandonases,
sin tus dulces caricias,
mi divino Tesoro,
aún te sonreiría.

En paz quiero esperar
tu vuelta, mi Señor,
sin suspender jamás
mis cánticos de amor.

Nada, nada me inquieta,
Nada puede turbarme,
Mas alto que la alondra
Mi alma sabe elevarse.

Más allá de las nubes
siempre es azul el cielo,
y se tocan las playas
donde Dios tiene el Reino.

Yo espero en paz la gloria
de la eterna Mansión,
¡ pues tengo en el sagrario
el Fruto del amor!

el abandono

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Comunicar el Evangelio


Entre personas, «comunicar» no quiere decir «pasar» un mensaje como se pasa un paquete, o transmitirlo como se transmite el impulso eléctrico. Comunicar es acción de poner, más aún, ponerse en comunión: unirse con otros en aquello de lo que se participa.

La comunicación es acción que une. Por eso afecta al que comunica (puede hacerlo con alegría y esperanza o con miedo y preocupación) y al que recibe esa comunicación, que tiene su dignidad y libertad. Comunicar es algo más que informar asépticamente (si es que esto es posible). Significa inaugurar una realidad en la vida personal y social de otros. La comunicación implica siempre interpretación, pero debe oponerse al engaño y a la manipulación. Busca servir a la verdad con los medios que el comunicador dispone, a partir de su buen entender y hacer, en un esfuerzo frecuentemente innovador y en ocasiones arriesgado.

Evangelio quiere decir «buena noticia». En perspectiva cristiana, la buena noticia de un Dios —el único Dios vivo y verdadero— que se manifestó en Jesús de Nazaret como el Dios del amor y de la vida, que dialogó con las personas de su tierra y de su tiempo, a la vez que les abrió horizontes insospechados de una vida plena de sentido. Dios mismo, comunicador por excelencia, quiere seguir extendiendo el Evangelio. Un conocimiento que, como ha escrito Benedicto XVI, cambia la vida en dirección a la plenitud y la alegría. Ahora bien, ¿comunicamos el Evangelio?

Dios, al manifestarse a los hombres, lo hace afirmando la dignidad, la libertad, las circunstancias de cada persona en su contexto social. La Buena noticia del Evangelio debe comunicarse a cada persona teniendo en cuenta cómo es y como vive, con sus anhelos y preocupaciones.

Comunicar el Evangelio no es tarea exclusiva de los pastores de la Iglesia, ni sólo de los profesionales de las publicaciones o los medios de comunicación de contenido religioso. Es tarea de todo cristiano, que puede y debe realizar continuamente cada día, tomando ocasión del trabajo, de las relaciones familiares y sociales. Quien está convencido de que tiene lo mejor, aspira a comunicarlo, comenzando por las personas que más aprecia. No se lo plantea como un añadido artificial o una enojosa obligación, sino que surge naturalmente, porque el bien, decían los clásicos, es difusivo «de suyo». Sin embargo, en la práctica, necesita el impulso de la oración y de los sacramentos, para seguir recibiendo esa luz y esa vida que no viene de uno mismo, pero que transforma la propia existencia y clama por hacerse Vida en otros. Sólo así, en palabras de Benedicto XVI, se puede «abrir el corazón y el mundo a Dios».

Abrirse a Dios es encontrar en Él el amor que es capaz de hacer nuevas todas las cosas. Una alegría que pide abrirse a los demás, comenzando por los que están cerca (la propia familia, los amigos, los vecinos y conciudadanos): llevar la luz y el bien a cualquier persona hasta el último rincón del mundo, cada cristiano en y desde el rincón que ocupa. Y lo hace, como lo plantea el Evangelio, que es creativo y exigente, sin olvidar que también es yugo suave y carga ligera para quien va con Cristo. Como les dijo el Papa a los jóvenes en Sydney, la vida cristiana no se compagina con el culto a los ídolos (como la codicia, el amor posesivo y la explotación de la tierra), las respuestas parciales y el conformismo.

Al mismo tiempo, comunicar el Evangelio —involucrarse en el apostolado cristiano— implica una preocupación especial, prioritaria, por el bien material y espiritual de los más pobres y necesitados, desde los no nacidos hasta los ancianos y enfermos, los débiles, los oprimidos y los marginados, aunque nos saque de nuestros planes o de nuestra comodidad. Y donde no hay esa preocupación, se puede decir que falta algo muy importante, esencial al Evangelio.

En definitiva, comunicar el Evangelio es un gustoso y urgente deber de los cristianos. La mayoría de las veces se lleva a cabo sencillamente, a través de la amistad. Y lo que se comunica es la propia experiencia de la vida con Cristo. Se ofrece sinceramente como diálogo, porque el Evangelio sólo se puede comunicar en la disposición a aprender y enriquecerse con las aportaciones válidas de los demás. Se apoya en la convicción de que la fe cristiana tiene capacidad para configurar y renovar la existencia de las personas y las comunidades. Es una propuesta vital (testimonio y palabra), abierta a la verdad más profunda de las personas: su dignidad de hijos de Dios. Es una propuesta capaz de explicar «las razones» de la esperanza (lo que requiere una formación constante y adecuada a las propias circunstancias). Una propuesta que vive de la Eucaristía (especialmente de la misa del domingo) y se autentifica cada día en el servicio a todos, combatiendo la injusticia, dentro y fuera de uno mismo.

Eduardo Meana

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El fuego que llevamos dentro...


El fuego es una de las imágenes más bellas. Un fuego emite luz y calor; consume y quema. Muy pocas cosas en la vida pueden cautivar tanto nuestra atención como las sencillas llamas del fuego.
cuando una persona hace fuego empieza colocando cuidadosamente la madera y asegurándose de que está seca. Este cuadro del fuego trae a colación otra realidad oculta a la vista, no menos hermosa y excelsa, imposible de tocar y misteriosa, que puede llegar a arder más que las mismas llamas del fuego. Ese otro fuego es la vocación específica de cada persona.
Cuando Dios crea a un hombre, pone un fuego en su alma. Todas las cualidades que nosotros atribuimos a un fuego las podemos usar para entender bien y apreciar mejor la realidad de una vocación.
La vocación es algo sumamente hermoso. En el primer libro de Jeremías leemos la palabra de Dios a su profeta: «Antes de que te formará en el seno materno te conocí y antes de que nacieras te consagré». De todas las imágenes de nuestra relación con Dios, pocas son más llamativas que la realidad de que Dios nos ha conocido y tiene un plan para cada uno. Antes de que naciéramos Él empezó a hacer en nosotros un fuego.
Una vocación es hermosa porque es un camino específico dado por Dios para encontrarlo. Es un camino a la felicidad personal. En la vocación particular todo hombre y mujer halla la plenitud de vida que le hace verdadero ser humano. Nosotros, además, estamos llamados a la vocación de la santidad. En la Iglesia sus miembros están llamados a adquirir la santidad fortalecida por tantos y grandes medios de salvación, aunque todo el creyente, en su propia condición o estado, está también convocado por el Señor a la perfección de santidad porque quien llama es «Él, el Padre perfecto».
Una vocación es una fuente de luz. Desde el principio del tiempo el ser humano ha buscado entender el propósito de su misión en la vida: ¿quién soy yo?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? La luz que recibimos al encontrar nuestra vocación, nuestra misión en esta vida, es una respuesta a todos esos interrogantes. La vocación define a un hombre, le resuelve la pregunta acerca de quién y qué debe hacer: profesor, sacerdote, doctor, madre, padre Cuando el ser humano entiende la realidad de su vocación, todos los otros cuestionamientos se le resuelven. La vocación es la respuesta al origen y propósito de vida de cada uno. «Me has creado para Ti y mi corazón está inquieto hasta que descanse en Ti». En otras palabras, cuando uno se realiza en su vocación, se está en la plenitud de la luz. Se puede ver claramente el camino que Dios nos ha puesto delante, dónde empieza y a dónde va.
Una vocación también emite calor, se funde en el culmen radiante del amor. Y es que la vocación más fundamental para todos es la de amarse: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo les he amado». Fuera del amor el hombre es incomprensible. Cada vocación es especial: la vida matrimonial, la vida consagrada: son significaciones del amor de Dios irradiado en el mundo.
Una vocación consume y quema. El Evangelio está lleno de paradojas. Nos dice que aquellos que se lamentan serán exaltados; que los que lloran, reirán y que aquellos que deseen encontrar su vida deben perderla. Toda vocación es seguida por un sacrificio. Pero ese sacrificio, ese yugo de Dios «es su testamento que nosotros aceptamos. Y este testamento no es pesado porque no oprime ni nos quita nuestra libertad». Su testamento nos sirve para conocer el camino de nuestra existencia; por eso es también nuestra alegría: no nos aliena, nos purifica incluso cuando esto puede ser doloroso, pero nos lleva más allá de nosotros mismos. Responder a la llamada de Dios es dejar nuestros propios planes y ambiciones de lado; lo que solemos pensar que nos hará felices. Todo para que encontremos la verdadera felicidad en Dios.
Una vocación es cautivadora. Nuestra sociedad tiene sed de héroes. La muerte de Juan Pablo II nos lo demostró. Las personas buscan modelos para emularlos. Los hombres y mujeres sinceros buscan vivir lo que esos héroes profesan y no se asustan en proclamarlo a otros. En Juan Pablo II millones de seres humanos vieron a un héroe. El vivió su vocación como cristiano y como sacerdote plenamente. Él fue una «luz que brilló en la oscuridad»; cautivó porque su llama iluminó como una lámpara la gran casa del mundo.
Es propio del hombre buscar el significado de su vida. Tiene hambre por resolver los planteamientos fundamentales de su existencia y necesita una luz para guiarse en este empeño. Sólo con la ayuda de Dios los anhelos del hombre quedan satisfechos. Por eso es importante que cada hombre y mujer descubran el camino al que Dios les ha llamado y cultiven así el fuego de su vocación.

Al amor mas sincero


"¡ La ciencia del amor!¡ Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía...Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono" (Teresa de Lisieux)

Cultivar la semilla de la vocación


Homilía de S.S. Juan Pablo II en la Misa celebrada en el Seminario romano.
15 de junio de 1997

1. «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra» (Mc 4, 26). La palabra «seminario» hace referencia a estas palabras de Cristo. El término latino seminarium proviene de semen, la semilla. Jesús, a propósito de la semilla arrojada a la tierra, dice que brota y crece, tanto cuando el hombre vela como cuando duerme: brota y crece de noche y de día. «La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano» (Mc 4, 28).

La analogía con la vocación sacerdotal se impone por sí misma. Es como la semilla de Dios, arrojada en la tierra del alma humana, que crece con una dinámica propia. Pero la semilla, para que crezca, debe ser cultivada. El hombre debe sembrar, y también velar para que se desarrolle la semilla: Es preciso impedir que las fuerzas contrarias, personas malignas o calamidades naturales, destruyan las plantitas que están creciendo. Y cuando han madurado, el hombre debe tomar la hoz, como afirma Cristo, pues el campo está listo para la siega (cf. Mc 4, 29).

En otra circunstancia Jesús afirma: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 37-38). También estas palabras hacen referencia al seminario, lugar donde se forman los obreros para la gran mies del reino de Dios, que se extiende a todos los países y continentes. Es conveniente que, al final del curso volvamos a escuchar hoy esta parábola de Cristo.

2. El Evangelio que acabamos de proclamar presenta también otra comparación, importante para vosotros que estáis a punto de concluir el año de formación en el seminario. Cristo pregunta: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?» (Mc 4, 30). Y responde: «Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas» (Mc 4, 31-32).

Son palabras que hacen referencia al libro de Ezequiel, del que está tomada la primera lectura. Los dos textos hablan de lo mismo: el desarrollo del reino de Dios en la historia del mundo. Y, según otra analogía, hablan también del desarrollo de la vocación sacerdotal en cada alma juvenil. Precisamente esta es la misión del seminario. Al final del año seminarístico, tenemos ocasión de analizar el gran trabajo realizado en estos meses por el Espíritu Santo en el alma de cada uno de los llamados.

Muchos, comenzando por los interesados, han colaborado con el Espíritu Santo, para que la semilla divina de la vocación pudiera madurar, favoreciendo el crecimiento del reino de Dios en el mundo. De este modo la Iglesia se consolida en el mundo, a semejanza del gran árbol de la parábola, cuyas ramas dan abrigo a las aves del cielo y al hombre cansado.

Esta parábola nos invita a considerar el trabajo anual del Seminario romano en la perspectiva misionera del crecimiento de ese árbol divino, que se desarrolla y se extiende progresivamente hasta abarcar a todos los países del mundo. Desde este punto de vista, el seminario de Roma desempeña un papel muy significativo, pues Roma, sede del Sucesor de Pedro, es el centro propulsor de la acción misionera en todos los lugares del mundo.

3. También san Pablo, en la lectura tomada de la carta a los Corintios, que acabamos de proclamar, nos brinda la oportunidad de ahondar en el tema de la formación sacerdotal. El Apóstol escribe: «Caminamos en la fe y no en la visión...» (2 Co 5, 7). Y añade: «Estamos llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor» (2 Co 5, 8). ¿Qué es la formación en el seminario, la instrucción y la educación que en él se reciben, sino una introducción a las virtudes teologales, que constituyen el fundamento de la vida cristiana y, en particular, de la vida sacerdotal? La mayor de ellas es la caridad (cf. 1 Co 13, 13). ¿No alude a la caridad el Apóstol, cuando dice: «Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos por agradarle»? (2 Co 5, 9).

Al final del año académico, el Apóstol parece plantearos a cada uno de vosotros, queridos jóvenes, estas preguntas: ¿Cuánto ha contribuido este año al desarrollo de la fe, la esperanza y la caridad? ¿Cuánto ha contribuido a la profundización de los dones del Espíritu Santo, la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la ciencia, la piedad y el amor de Dios? ¿Cuánto ha arraigado este organismo divino en nuestro organismo espiritual, en las fuerzas cognoscitivas del entendimiento y en las aspiraciones de nuestra voluntad?

«Porque todos tendréis que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo» (2 Co 5, 10). El examen de conciencia de cada día y de cada año debe realizarse en esta perspectiva escatológica. Es preciso pedir perdón por todas nuestras negligencias, pero sobre todo es necesario dar gracias. A esto nos invita también la liturgia de hoy con las palabras del Salmo: «Es bueno dar gracias al Señor y cantar para tu nombre, oh Altísimo» (Sal 92, 2). Cantar y dar gracias por todo lo que, con la gracia de Dios y nuestra colaboración, ha sido fruto de este año de seminario.

Hoy nos encontramos en la colina del Vaticano, en la gruta de la Virgen de Lourdes. Resuenan en nuestro espíritu las palabras del Salmo:

«El justo crecerá como palmera, se alzará como cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios» (Sal 92, 13-14).

Ojalá que estos versículos nos ayuden a meditar en nuestra vocación al servicio del Evangelio.

Que nos acompañen y nos sirvan de apoyo los santos apóstoles Pedro y Pablo, y todos los santos y beatos de la Iglesia que está en Roma, luminosos ejemplos que nos han precedido en el camino del seguimiento fiel de Cristo, en el esfuerzo diario por construir el reino de Dios.

Sagrado Corazon en vos Confio!


CORAZÓN DE JESÚS, DÉJAME FUNDIRME EN TI
Javier Albisu s.j
Déjame fundir mi historia en tu Corazón
Con toda su carga de debilidad,
y entregar a tu misericordia lo que tu amor dejó atrás.
Déjame fundir mis ojos en tu Corazón
hasta mirar reconciliado mi propia realidad.
Déjame fundir mis oídos en tu Corazón
hasta escuchar lo que jamás imaginaron
que podías y querías pronunciar:
“Yo te perdono; quédate en paz”.
Déjame fundir mi boca en tu Corazón
hasta aprender en el silencio a decir: “abbá”.
Déjame fundir mi rostro en tu Corazón,
hasta encontrar hecho niño el asombro,
con que un día me acercaba hasta tu altar.
Y si ves que a las puertas de fundirme,
mi miedo me detiene y te dice: “¡Basta ya!”,
que tu mano en mi cabeza, me responda:
“Tan sólo, déjate amar”.

Dejarse Acompañar...


En las calles de la vida suele siempre caminar,
tocando de puerta en puerta mendigando ese pan,
no le importa el desprecio su mision ha de triunfar,
y auqnue tiene muchos años por vencido no se da.
El cansancio no es obstaculo ama a todos por igual
no le teme a la distancia ni tampco al que diran
comparte con pecadores su vino y su pan
es dueño del universo, ley de toda humanidad
CAMINANTE DEL TIEMPO ENSEÑAME A VOLAR
CON LA FUERZA DEL VIENTO Y EL IMPETU DEL MAR,
A ENCONTRAR TU CAMINO EN CADA DESPERTAR,
CAMINANTE DEL TIEMPO QUIERO CAMINAR
El consuela al afligido regala bien por mal,
perdona al arrepentido y al sincero trae paz
Lo llaman el Maestro, la sabiduria da,
al que todo se lo entrega sin nada que esperar.
Si algun dia te lo encuentras no lo dejes escapar,
pues si quieres vida eterna solo El la puede dar
y si ya tú lo conoces ama mucho su amistad
Jesus es El amigo que nunca fallara.

Oracion de un joven valiente...


Hoy, Señor, me presento ante ti con todo lo que soy y lo que tengo. Acudo a ti como persona sedienta, necesitada... porque sé que en ti encontraré respuesta. Siento que no puedo vivir con la duda todo el tiempo y que se acerca el momento de tomar una decisión.Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María, con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra. Deseo ponerme ante ti como Abraham, con el corazón lleno de tu esperanza, poniendo mi vida en tus manos. Deseo ponerme ante ti como Samuel, con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.Aquí me tienes, Señor, con un deseo profundo de conocer tus designios. Quisiera tener la seguridad de saber lo que me pides en este momento; quisiera que me hablases claramente, como a Samuel. Muchas veces vivo en la eterna duda. Vivo entre dos fuerzas opuestas que me provocan indecisión y en medio de todo no acabo de ver claro.Sácame, Señor, de esta confusión en que vivo. Quiero saber con certeza el camino que tengo que seguir. Quiero entrar dentro de mí mismo y encontrar la fuerza suficiente para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos. Quiero perder tantos miedos que me impiden ver claroel proyecto de vida que puedas tener sobre mí.¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Respóndeme! ¿Quieres que sea un discípulo tuyo para anunciarte en medio de este mundo? Señor, ¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro? ¿Cómo tener la seguridad de que es este mi camino y no otro?En medio de este enjambre de dudas quiero que sepas, Señor, que haré lo que me pidas. Si me quieres para anunciar tu Reino, cuenta conmigo, Señor. Si necesitas mi colaboración para llevar a todas las personas con las que me encuentre hacia ti, cuenta conmigo, Señor.Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma más radical como consagrado en medio de los hombres, cuenta conmigo, Señor. Y si estás con deseos de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi corazón, habla, Señor, que tu siervo escucha.

Oracion...


Oh Dios! Somos uno contigo.Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu.Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor.El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
Thomas Merton

PARA TÍ ...

que quieres ser feliz y no te conformas con migajas...
Que sabes que lo más importante de la vida no se compra ni se vende...
Que crees en las cosas gratuitas y auténticas...
Jesucristo te lo ofrece todo…